Hijos, escúchenme bien ahora: No se aparten de las razones de mi boca.
Así no tendrás que llorar al final, cuando tu carne y tu cuerpo se consuman,
ni dirás: «¡Cómo pude rechazar los consejos! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la reprensión!
¡No oí la voz de los que me instruían, ni presté oído a los que me enseñaban!
¡Poco me faltó para estar del todo mal entre la comunidad y la congregación!» Proverbios 5:7, 11-14