Estudio Jueves 26 de marzo 2015

Y mientras que unos hombres piadosos levantaron a Esteban y lo enterraron y lloraron mucho por él, Saulo hacía destrozos en la iglesia: entraba a las casas, y arrastraba a hombres y mujeres y los llevaba a la cárcel. Mientras tanto, los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando el evangelio. Fue así como Felipe llegó a la ciudad de Samaria, y allí les predicaba a Cristo.

Había en Samaria un hombre llamado Simón, que antes había practicado la magia, y con ella engañaba a la gente, pues les hacía creer que era muy poderoso.

pero muchos hombres y mujeres se bautizaron cuando creyeron las buenas noticias que Felipe les anunciaba del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Incluso el mismo Simón creyó y se bautizó, y siempre andaba con Felipe; y lleno de asombro veía las señales y los grandes milagros que Felipe hacía.

Y al ver Simón que el Espíritu Santo se recibía por la imposición de manos de los apóstoles, les ofreció dinero y les dijo: «Denme también a mí este poder, para que cuando yo imponga las manos sobre cualquier persona, ésta reciba el Espíritu Santo.» Al oír esto, Pedro le dijo: «Que tu dinero perezca contigo, si crees que el don de Dios puede comprarse. Tú no tienes nada que ver en este asunto, porque en tu interior no eres recto con Dios. Arrepiéntete de tu maldad, y ruega a Dios. Tal vez te perdone por ese mal pensamiento. Por lo que veo, estás en manos de la amargura y la maldad.» Simón respondió: «Rueguen por mí al Señor, para que no me sobrevenga nada de lo que han dicho.»

Un ángel del Señor le habló a Felipe, y le dijo: «Prepárate para ir al desierto del sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza.» Felipe obedeció y fue. En el camino vio a un etíope eunuco, funcionario de la Candace, reina de Etiopía. Era el administrador de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar; y ahora iba de regreso en su carro, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.» Cuando Felipe se acercó y lo oyó leer al profeta Isaías, le preguntó: «¿Entiendes lo que lees?» El etíope le respondió: «¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña?» Y le rogó a Felipe que subiera al carro y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era éste: «Como oveja fue llevado a la muerte, como cordero delante de sus trasquiladores se callará y no abrirá su boca. Sufrirá la cárcel, el juicio y la muerte; ¿y quién entonces contará su historia, si él será arrancado por completo de este mundo de los vivientes?» El eunuco le preguntó a Felipe: «Te ruego que me digas: ¿De quién habla el profeta? ¿Habla de sí mismo, o de algún otro?» Entonces Felipe le empezó a explicar a partir de la escritura que leía, y le habló también de las buenas noticias de Jesús. En el camino encontraron agua, y el eunuco dijo: «Aquí hay agua; ¿hay algo que me impida ser bautizado?» [ Felipe le dijo: «Si crees de todo corazón, puedes ser bautizado.» Y el eunuco respondió: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»] Y el eunuco mandó detener el carro, y ambos descendieron al agua y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el eunuco no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de gozo. (‭Hechos‬ ‭8‬:‭2-5, 9, 12-13, 18-24, 26-39‬ RVC)

¿Qué dice la lectura?

¿Qué debo hacer?

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